Dee Dee Ramone, a 21 años de su trágica muerte: el infierno de las drogas y la prostitución y el año que vivió en Banfield donde quiso ser feliz
El músico que marcó la historia del punk vivió fiel a su estilo marginal y rebelde, y falleció presa de sus adicciones. Fue su novia argentina, Bárbara Zampini, quien lo encontró su vida en su casa de Los Ángeles
Los rumores en las calles del barrio existieron desde siempre como uno de los secretos mejor guardados del lugar. Algunos dicen haberlo visto comprando en la feria. Otros, caminando por las calles del centro. Los más osados aseguran que lo escucharon cantar en la vereda los hits de su antigua banda, a pedido de un improvisado público. Pero la mayoría no sabe que pasó por ahí. El barrio de Banfield, al sur del conurbano bonaerense, fue sede y testigo de uno de los músicos más influyentes del siglo XX. Aunque su huella en esas calles huele a leyenda.
Douglas Glenn Colvin ya era Dee Dee Ramone en el momento en que decidió mudarse a dicha localidad con su novia Bárbara Zampini, a quien conoció en 1994 cuando vino a hacer un show en plan solista, ya alejado de la mítica banda. Ella tenía 15 años; él, 44 (cambio de época: hoy, el músico hubiera sido condenado con justa razón por esa relación con una menor de edad). Y Dee Dee acababa de divorciarse de Vera Boldis, con quien se había casado en 1978, y de la que ya estaba separado hacía unos años.
La pareja primero se instaló en City Bell, cerca de La Plata, y luego desembarcaron en Banfield, en casa de la abuela de la adolescente fanática convertida en novia. Allí pasaron una temporada que el músico, tiempo después, describiría de un modo bastante gris.
“La Argentina es como un desvío del tiempo. Me recuerda a cuando Estados Unidos era un país lindo en el que vivir. Aunque todo es más duro en la Argentina, la gente aquí es más amable que en la mayoría de los lugares. El smog es tan abundante que te corta los pulmones. Los colectiveros salen a matar. Tratan de empujar a la gente fuera del camino con sus grandes micros malolientes. Es una locura. Los exhaustos caños de escape emanan nubes de humo negro que se meten en las ventanillas abiertas de los demás coches. Todos tienen las ventanillas abiertas porque nadie tiene aire acondicionado. Los autos acá son todos viejos y están hechos mierda, pero tienen mucho soul. Mucha onda”.
En esta carta que escribió Dee Dee y que el periodista Pablo Plotkin publicó en el suplemento No, de Página 12, a pocos días de su muerte, se lee la desazón de un hombre viviendo en un lugar que no le gusta. Pero, ¿cuándo se refirió a algún lugar como el Paraíso?
Yo quiero estar sedado
Dee Dee nació en Virginia, Estados Unidos, en 1951 pero, en toda una postal de época, pasó su infancia en Berlín, Alemania, debido a la carrera militar de su padre. La posguerra europea se hacía sentir y el ambiente no era el más amable para criar a un niño curioso. Él reconocería más tarde que sus padres tampoco eran muy amables con él. Recién en la adolescencia volvió a su país natal y se instaló en Nueva York, el lugar indicado en el momento justo. La ciudad lo marcaría para siempre. Y él dejaría su sello indeleble en la ciudad.
En la Gran Manzana formó la banda fundamental del punk rock mundial junto a Joey Ramone (Jeffrey Hyman), Johnny Ramone (John Cummings) y Tommy Ramone (Tom Erdelyi), que tiempo después le dejaría su lugar a Marky Ramone (Marc Bell). La curiosidad del apellido la explica el último baterista en su biografía Punk Rock Blitzkrieg. Mi vida en los Ramones: “Tomaron el mismo apellido artístico en homenaje al seudónimo que Paul McCartney utilizaba cuando los Beatles aún eran los Silver Beatles: Paul Ramon”.
A primera impresión, podría sorprender que estos chicos punks se conmovieran con los Beatles de la primera época. Luego, basta escuchar con atención las melodías ramoneras para descubrir una marcada influencia de los de Liverpool.
El vínculo de Dee Dee con las drogas comenzó cuando todavía era Douglas y estaba lejos de ser un Ramone. Esto fue revelado por Legs McNeil en la enciclopedia punk Por favor, mátenme, donde reproduce el testimonio de Dee Dee en primera persona y revela que la adicción a las drogas que lo mataría años después había comenzado a muy temprana edad. “No sé cómo acabé metido en la morfina. Estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado. (…) Tomar drogas siempre fue para mí algo muy solitario. Lo hacía solo, normalmente en algún pasillo o algún tejado. Empecé a meterme morfina”.
Sin necesidades económicas, las carencias del niño que vivía del otro lado del océano pasaban por otro lado. Y el contacto con el mundo marginal no tardó en llegar. “En Alemania no tenían hierba o heroína ni nada por el estilo. Empecé muy joven, como a los 12 años. Intercambiaba dagas y cosas así por ampollas de morfina con unos soldados que conocía. Me iba a la base del ejército a hacer los tratos por ahí. En la farmacia solían venderla en una botella de plástico grande, y tú ibas allí para comprar lo tuyo y te daban unos 2,5 cc por 50 centavos. Y luego te ibas a los grandes almacenes a emborracharte. Todo el mundo iba allí y el sitio estaba hecho un desastre”.
En el mismo libro, el bajista de los Ramones le cuenta al autor que a la misma edad en que hacía contacto con las sustancias, también lo hacía con la música. Tenía 12 años cuando se acercó por primera vez a una guitarra y fue su madre quien le hizo conocer el rock de la mano de The Beatles, una de sus bandas favoritas. El quiebre definitivo llegó poco tiempo después: “No creo que descubriera el rock de verdad hasta que los Rolling Stones me empezaron a separar de mi madre. Sabía que mi madre no los aguantaba. Entonces me marché a América y escuché a Jimi Hendrix, en 1966 o 67, algo así. Y ahí supe que tenía mi propia música”.
Corazón venenoso
Al volver a pisar suelo estadounidense, ya no quedaba casi nada en Dee Dee de aquel niño que se había ido con sus padres. Es nuevamente McNeil quien lo describe del modo más crudo en el prólogo de Lobotomy, la autobiografía del Ramone: “Es el último de una raza en desaparición de auténticas estrellas del rock, un verdadero chico malo que se superó a sí mismo y, haciéndolo, cambió el rostro del rock ‘n’ roll. Dee Dee era el típico piltrafa cuya vida era un completo desastre. Fue prostituto, aprendiz de ladrón, vendedor y consumidor de heroína, cómplice de un robo a mano armada… y un genio poético que se dirigía hacia una temprana sepultura pero se salvó gracias al rock ‘n’ roll”.
La salvación lo mantuvo con vida hasta los casi 50 años, que vivió con intensidad sobre los escenarios y algún que otro incidente con la ley. “A los 15 años quise ir a California en autoestop, pero me detuvieron por el camino. (…) Me arrestaron en Indiana por robo a mano armada. Le pedí a mi padre que pagara una pequeña fianza para poder salir. Una de las pocas veces que le he pedido algo. Estaba desesperado. Era un sitio duro, estaba muy asustado. Y mi padre dijo: ‘¡Jódete y púdrete ahí! ¡Te lo has ganado!’. Y colgó el teléfono”.
La anécdota que forma parte de Por favor, mátenme describe los factores que llevaron a moldear una personalidad autodestructiva y bipolar. Cuando por fin salió de la cárcel, siguió haciendo dedo: pasó por Chicago, Las Vegas, llegó a California y en ningún lado se sintió a gusto. En ese periplo probó mescalina y vivió como un indio en los bosques. Tampoco le significó demasiado.
Recién cuando llegó a Nueva York percibió que algo en la vida podía tener sentido. Conoció a Joey, quien ya por esa época era un pintor aficionado, y a Johnny, que trabajaba de albañil. Este último fue quien lo llevó a trabajar de conserje y cuando parecía que llevaban una vida de lo más normal, se les ocurrió comprar unos instrumentos y armar un grupo. El resto es historia conocida.
53 y 3
Quien haya leído Éramos unos niños, el libro autorreferencial de Patti Smith en el que describe su relación con el fotógrafo Robert Mapplethorpe, entenderá que la prostitución y las drogas, en la década del 70, en Nueva York eran moneda corriente. En una escena en ebullición, de descubrimiento, euforia, amor libre y nada de Sida, era muy común que los jóvenes intercambiaran favores sexuales para mantener sus “vicios”.
La esquina de 53 y 3 a la que hace referencia el tema compuesto por Dee Dee Ramone, segundo single de Ramones, era famosa por sus bares concurridos por homosexuales. “Eres el único al que nunca eligen. ¿No te hace sentir enfermo?”, canta el grupo en una historia que termina con una hoja de afeitar (¿hundida en un cliente?), policía persiguiéndolo (¿lo habrán alcanzado?) y una afirmación (“Demostré que no soy ningún marica”).
Desde que los Ramones dieron su primer show en agosto de 1974 en el CBGB de Nueva York, quedó claro que podían tocar seis canciones en quince minutos y enloquecer a la audiencia. No eran necesarias grandes puestas escénicas ni composiciones demasiado pomposas. El Bowery de Manhattan los recibía con sus borrachos y marginales que festejaban esos cuentos en clave punk tocados a mil por hora.
15 años fueron suficientes para él. En 1988, escudado en el nombre Dee Dee King, el bajista lanzó el disco de rap Standing in the Spotlight. Al año siguiente abandonó la banda que lo había visto crecer como músico y artista. Lo reemplazó CJ Ramone, quien siguió con el grupo hasta la separación en 1996, con un histórico último recital en la cancha de River. Dee Dee también probó suerte con otros proyectos como Chinese Dragones, The Dee Dee Ramone Band y The Remains. Pero con ninguno logró el éxito que había probado con los Ramones.
Sol de California
En marzo de 2002 Ramones entró como banda al prestigioso Hall Of Fame. Al subir al escenario, Tommy dedicó su premio a personas que los influyeron, artistas contemporáneos como MC5, Lou Reed, Television, Talking Heads, Blondie o Andy Warhol. Menos protocolar, Dee Dee se limitó a decir: “Quiero felicitarme a mí mismo y darme las gracias, y darme una gran palmada en la espalda. Gracias, Dee Dee. Eres maravilloso. Te amo”. El premio de Joey quedó solo en el atril, como un resumen de lo que fue la banda: una suma de individualidades.
Casi tres meses después, el 5 de junio de 2002, Dee Dee murió en su casa de Los Ángeles, California. Su esposa Bárbara, la argentina que lo hizo conocer el conurbano, volvía de trabajar cuando lo encontró ya sin vida. Se supo que la causa fue una sobredosis, ya que el músico nunca había podido cortar su relación con la heroína. En ese departamento vivían con su perro Banfield, heredero punk de una historia de amor con final trágico.