El Gobierno intenta hacer equilibrio entre Biden, Lula y Xi Jinping para fortalecer las reservas del Banco Central
Alberto Fernández y Sergio Massa negocian con el FMI, buscan un punto de encuentro con la burocracia financiera de Brasil y aguardan una decisión política de los BRICS, que es avalada por el líder chino
La caída constante de las reservas del Banco Central puso en jaque a Alberto Fernández y Sergio Massa, que juegan simultáneas en tres tableros distintos para evitar un colapso económico ante la ausencia de divisas destinadas a la importación y a contener posibles corridas en el mercado financiero.
El gobierno tiene respaldo de Joseph Biden, Xi Jinping y Lula da Silva, pero las reservas se evaporan más rápido que el apoyo explícito desplegado por esos líderes globales para acelerar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), obtener un rescate de los BRICS y lograr el prefinanciamiento de las importaciones que llegan desde Brasil.
El ministro de Economía negocia en reserva un recalibramiento de las metas acordadas con el FMI, y planteó que se adelanten -front load- todos los desembolsos restantes para 2023. Se trata de 10.700 millones de dólares que podrían terminar con el jaque constante que enfrenta Massa en el Palacio de Hacienda.
Biden apoya las negociaciones de Massa. Fue explícito cuando conversó a solas con Alberto Fernández en el Salón Oval, y Kristalina Georgieva ya sabe qué quiere la Casa Blanca respecto a la Argentina. Sin embargo, el líder demócrata no puede manejar el tiempo y la burocracia del Fondo, dos factores que conspiran para llegar a un acuerdo en el board que evite nuevas -y conocidas- zozobras financieras e institucionales.
El Banco Central pierde reservas todos los días, y el staff del FMI se mueve en cámara lenta. En Washington entienden qué sucede con los mercados y las importaciones, pero su ritmo de acción está condicionado por un canon burocrático que no puede conciliar con las urgencias que tiene la Casa Rosada.
Balcarce 50 necesita al menos un desembolso -3.000 millones de dólares- antes que concluya junio y esta necesidad estructural será difícil de satisfacer si se entiende cómo funciona el FMI. Primero se debe cerrar un Staff Level Agreement (SLA) y después ese acuerdo se eleva al directorio del Fondo, que controla Estados Unidos.
Un SLA, en las actuales circunstancias de la Argentina, podría llevar al menos cuatro semanas. Y a continuación -por la burocracia del FMI-, el SLA se gira al directorio que, habitualmente, se toma diez días corridos para plantear sus objeciones o adelantar sus avales.
Hay un fast track para acelerar el tratamiento del SLA en el board, y sucederá si Biden lo pide, pero todo se vuelve engorroso. Argentina es corrida por el reloj, y el tiempo no es una circunstancia política que se pueda controlar totalmente desde el Ala Oeste de la Casa Blanca.
Biden aceptó avalar la negociación de Massa con el FMI porque Alberto Fernández reformuló su discurso respecto a la guerra de Rusia contra Ucrania. Si eso no hubiera sucedido, Washington no hubiera decidido apoyar los esfuerzos del Palacio de Hacienda para cerrar un acuerdo que permita sobrellevar la crisis económica y la actitud rampante de los mercados.
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica integran los BRICS. Lula da Silva tiene excelente relación con Xi Jinping y solicitó al líder chino su colaboración para lograr que el banco de los BRICS apoye a la Argentina con fondos frescos. Xi aceptó la propuesta de Lula y el próximo 29 de mayo se tratará en Shangai una reforma del artículo 7 del estatuto del banco de los BRICS para aportar una solución financiera destinada a robustecer las reservas.
Argentina logrará el apoyo del banco de los BRICS si hay mayoría simple entre los miembros del directorio, un cuenta que hasta ahora da a favor del gobierno: sólo el representante de Putin se abstendría al momento de levantar la mano. No obstante, China es aliada de Rusia ante la crisis de la guerra en Ucrania, y en los sínodos geopolíticos nada es gratis.
Alberto Fernández y Massa asumen que Xi no soltará a Putin y que habrá un planteo de quid pro quo al momento de poner en marcha la votación que permitiría a la Argentina obtener cerca de 6.000 millones de dólares antes del desembolso previsto en el acuerdo de Facilidades Extendidas cerrado con el FMI.
El cálculo compartido por el presidente y el ministro de Economía no implica un secreto de Estado. En Washington también se preguntan qué cederá Balcarce 50 a cambio de un millonario rescate financiero concedido por un foro multilateral que encabezan Rusia y China.
En un contexto económico complicado, y a pocos meses de las PASO, Alberto Fernández y Massa tomarán todos los fondos que lleguen para fortalecer las reservas y esquivar una crisis institucional.
No les importará si ese rescate financiero se aprobó en DC o Shangai.
A diferencia de los gestos políticos promovidos por Biden y Xi, Lula tiene en sus manos la posibilidad aportar una solución inmediata y efectiva a la caída constante de las reservas del Banco Central. Biden debe ajustarse a los tiempos del FMI, y Xi puede aplicar su poder vertical en el banco de los BRICS, pero siempre necesitará conciliar las posiciones con terceros países que tienen su propia agenda geopolítica.
En cambio, Lula puede disponer un mecanismo desde el Palacio de la Alvorada que permita financiar las importaciones de Brasil hacia la Argentina. Massa viajará en los próximos días a San Pablo para protagonizar un encuentro con Fernando Haddad -ministro de Finanzas de Lula- destinado a encontrar una solución política a la exigencia de tener las suficientes garantías por parte de la Argentina ante el prefinanciamiento que haría el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
Es decir: si el BNDES decide prefinanciar las importaciones, el gobierno debe garantizar que esos fondos serán repuestos en tiempo y forma.
Alberto Fernández y Massa creen que la negociación sobre las garantías podrían terminarse en quince días, y a partir de ese momento el Banco Central dejaría de financiar en dólares una parte de las importaciones de Brasil, que se harían con un flujo constante de reales.
Biden, Xi y Lula respaldan el esfuerzo del gobierno para fortalecer las reservas del Banco Central, un instrumento monetario fundamental para la economía. Alberto Fernández y Massa se mueven contra reloj en un escenario geopolítico que ya no tiene un guión predeterminado.